¿Qué es lo que dice la Vía Láctea acerca de la evolución?

Job 22:12
“¿No está Dios en lo alto de los cielos? ¡Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están!”

Cuando miramos el tamaño del universo, a veces se hace más fácil ver a la evolución como creíble.  Después de todo, vemos galaxias que dicen estar a billones de años luz de distancia, parece posible que en realidad ha habido millones de años.  Pero, en realidad, la inmensidad del espacio no es tan amigable a la afirmación de la evolución de que el universo, y la tierra, tienen billones de años de edad.

La Vía Láctea, como muchas galaxias, es una galaxia espiral.  Usted talvez ha visto las ilustraciones mostrando los brazos espirales de estrellas envueltos alrededor del centro brillante de nuestra galaxia.  Las estrellas más cercanas al centro de nuestra galaxia rotan alrededor del centro más rápidamente que las estrellas en los brazos espirales más alejados.  Cuando estas diferencias en velocidad se calculan, descubrimos que nuestra galaxia, así como nuestra Tierra, no puede tener billones de años.  Si la Vía Láctea fuere así de antigua, los espirales hace mucho tiempo se habrían convertido en nada más que un disco de estrellas.  Los científicos evolucionistas reconocen este problema, al cual llaman “el dilema del espiral”.  Pero no han podido salir con una explicación satisfactoria.

Al mirar a la creación por evidencia de su edad, las pistas que tenemos hasta ahora sólo nos pueden dar un límite superior.  No pueden darnos una edad exacta.  Pero incluso la edad del universo no apoya la idea que la creación tiene billones de años.  Sí, en cambio, cuando reconstruimos las genealogías bíblicas, que en realidad son calendarios muy antiguos, llegamos a la edad de la creación de un poco más de 6.000 años.

Oración: Padre, te alabo y te agradezco porque Tú eres grande, Tú me has amado a través de Tu Hijo, Jesucristo. Amén.

Ref: D. Russell Humphreys, Ph.D., Evidencia para un mundo joven, Creation Matters, julio/agosto de 1999. Imagen cortesía de Yuri Beletsky. (CC POR 3.0).

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