Romanos 8:22

“Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”.

A menudo escuchamos en los programas de televisión sobre la naturaleza que el principio de sobrevivencia de los más fuertes rige en la naturaleza.  Los más agresivos florecen a expensas de aquellos que no matan ni roban tan rápidamente.

Este principio aún ha sido aplicado a los humanos.  Algunos dirían que aquellos que prosperan en los negocios son los más agresivos y despiadados con sus enemigos.  ¿Es este un retrato justo para la naturaleza o el hombre?

Los perros salvajes africanos llegan a vencer a su presa porque cazan en grupos cooperativos.  Una vez que han comido llevan su comida al resto de la manada.  Allí, inclusive los miembros heridos de la manada reciben su cuota de la comida.  Así mismo, los chimpancés machos adultos cazan para toda la comunidad y los insectos sociales cooperan de la misma forma.

La verdad es que sin cooperación, la vida sería brutal si no imposible.  Si el principio de la naturaleza verdaderamente fuese la sobrevivencia de los más fuertes, muchas criaturas hoy se habrían extinguido hace mucho tiempo.  La co- operación ayuda a la sobrevivencia.  La violencia, el egoísmo, y la cruda agresividad pueden encontrarse tanto entre los hombres como en los animales.  Pero donde éstos existen, la calidad de la vida tanto para el hombre como para el animal disminuye.  La sobrevivencia de los más fuertes no es la ética que produjo la vida.  La ética de sobrevivencia de los más fuertes es evidencia de que el pecado del hombre ha hecho de la creación algo menos de lo que Dios pretendió.  Es evidencia de que necesitamos el perdón de pecados que Dios ha provisto para nosotros en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Oración: Líbranos Señor, de aquellos que buscan hacer de la vida más brutal y llena a Tú pueblo con paz entre los agresivos.  Ayuda  que mi generosidad y amor reflejen Tu amor y generosidad a mí alrededor para que ellos puedan ser invitados a Tu gracia perdonadora.  Amén.

REF.: E. O. Wilson. 1985. Discover, August. p. 48.

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